Córdoba, 15 de febrero de 2011.
Queridos hermanos y hermanas de nuestra Hermandad. Antes que nada quiero agradecer a nuestro nuevo Obispo, Don Demetrio, su interés por las Hermandades y Cofradías de Córdoba, demostrado ya en los dos encuentros que ha tenido con los hermanos mayores y consiliarios, el primero en Montilla a los pies de San Francisco Solano y el segundo en Córdoba. En los dos ha demostrado su afecto y su valoración por esta realidad tan arraigada especialmente en el pueblo andaluz. También agradecemos su atención al visitar la sede de nuestra hermandad en junio pasado, cuando inauguró la exposición sobre Zimbabwe.
Es bueno que recordemos su invitación a sentir un sano orgullo de ser cofrade, cuando tratamos de vivir con coherencia la fe que expresamos con las imágenes procesionales. Así como su invitación a que participemos en el seno de la Iglesia profundizando en la formación y sintiéndonos muy unidos a ella. Gran responsabilidad considerando el gran número de jóvenes que se nos acercan y la proximidad de la Jornada Mundial de la Juventud. Aprovecho para felicitar y animar al Grupo Joven de la Hermandad por el ánimo y el ímpetu con que han comenzado a trabajar.
Al igual que nuestro anterior obispo, nos invitó a no dejarnos manipular y a saber mantener la identidad cristiana que está en el origen de las hermandades y cofradías. Acojamos esta invitación haciendo un gran esfuerzo por entender y vivir los sacramentos, especialmente la Eucaristía, como lugar de encuentro personal con Cristo, que nos permite ser más hermanos y transformar el mundo con más eficacia. Nuestra Hermandad sigue dando pasos en su compromiso social tanto en el Barrio como en la misión de Zimbabwe.
Precisamente en la sede de nuestro Obispo, en la Catedral de Córdoba, tendrá lugar, Dios mediante, un acontecimiento importante que marcará un antes y un después en la historia de la hermandad. Salimos de la Catedral.
Es natural que un cambio de esta naturaleza toque la sensibilidad de algunas personas, especialmente de nuestro Barrio del Naranjo, tan hecho ya a la imagen del Cristo de la Agonía saliendo al atardecer con todo el encanto que tenía. Quisiera hacer algunas reflexiones al respecto.
Procesionar la imagen del Cristo de la Agonía, como cualquier otra, ha de ser la expresión del deseo de caminar por la vida unidos a Cristo y con sus mismos sentimientos. Debe ser una oportunidad para aumentar nuestra fe, esperanza y caridad. A eso quiere ayudar la belleza de la imagen y la ornamentación que la rodea. Los nazarenos y nazarenas, en silencio y recogidos, tienen una oportunidad especial para vivir esto. Puede ser una forma peculiar de oración.
Los costaleros añaden a estas experiencias el esfuerzo físico y el cansancio, incluso el dolor, que los acerca un poco al dolor de Cristo en la Cruz. La banda con la belleza de su música da gloria a Dios y fortalece el espíritu de todo el cortejo. El resto de acompañantes, cada cual en su sitio, puede disfrutar también de la riqueza espiritual de esta experiencia.
Esto es lo esencial de una procesión. Tratando de salvaguardar esto, la junta de gobierno se ha encontrado con unas circunstancias nuevas que han afrontado planteando una iniciativa que finalmente se ha hecho realidad. El procedimiento utilizado lo conocemos todos por el último boletín y creo que ha sido un procedimiento minucioso, hecho con serenidad, con información de pros y contras, dando tiempo al intercambio de opiniones y con una votación que recoge el sentir mayoritario.
Creo que hay que valorar en su justa medida la tarea realizada por la junta de gobierno, cuyo trabajo se merece el respeto de todos y de ningún modo se merecen que se les exprese el posible desacuerdo con formas y expresiones inadecuadas. Lo esencial de la procesión podemos seguir viviéndolo incluso con mayor participación al disminuir la dureza del recorrido. Y el cambio de horarios nos puede dar unas nuevas estampas del paso del Cristo por nuestras calles que con el tiempo se nos harán tan entrañables y queridas como las anteriores.
Seguro que será también una experiencia profunda de fe, a la vez que bella, el ver al Cristo de la Agonía arropado en nuestra Iglesia madre, en la catedral, signo de la comunión de la Iglesia que peregrina en Córdoba. Es de agradecer a nuestro Obispo y al Cabildo Catedral la generosidad, la prontitud y las facilidades de todo tipo con que han acogido la iniciativa, lo cual ha facilitado enormemente todo el proceso. Igualmente expreso mi agradecimiento a la Agrupación de Cofradías por todo el esfuerzo que supone cambiar y coordinar horarios e itinerarios.
Dios nos habla también a través de las circunstancias nuevas y de los imprevistos que se nos atraviesan en la vida. Vivamos este acontecimiento con un sentido de esperanza, de apertura al futuro, aprovechando todas las potencialidades que encierra y pidamos al Señor que nos sirva para crecer en la unidad entre todos los hermanos y hermanas cofrades y en la responsabilidad con una participación mayor en la marcha de la hermandad.
Por último, manifestar con humildad nuestro deseo de que nuestra procesión de Martes Santo sea una contribución, desde los valores de nuestra fe cristiana, a la construcción de una sociedad nueva, junto con todos los hombres y mujeres de buena voluntad.
Os deseo una feliz y profunda vivencia de la Semana Santa.
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